Hoy en día, el ámbar gris sigue siendo uno de los materiales más preciados de la perfumería. La preciosidad del ámbar gris se debe sin duda a su rareza y a su gran demanda. Existen mitos sobre los precios que algunas personas están dispuestas a pagar por hacerse con una pieza de ámbar gris de buena calidad.
El ámbar gris, un raro y precioso regalo del mar, comienza su viaje en las profundidades del vientre del cachalote gigante. Formado a partir de materiales indigestos mezclados con los jugos gástricos de la ballena, es arrojado a la deriva en el océano, donde debe envejecer durante años, besado por el sol y la sal. Con el tiempo, esta enigmática sustancia se transforma en un tesoro de las olas, que desprende un perfume inigualable: algas y sal, maderas secas, con notas de dulzor, tierra e incienso.
A diferencia de otros materiales de origen animal, el ámbar gris puede utilizarse en su forma natural, sin necesidad de un homólogo sintético. Las piezas encontradas en la costa no dañan a la ballena, lo que lo convierte en una auténtica rareza ética.
A lo largo de la historia, el ámbar gris ha sido más valorado que el oro, venerado en Oriente Medio, India y China por sus propiedades afrodisíacas y medicinales. En la Europa del siglo XVII era una codiciada delicia culinaria y se dice que el mismísimo Casanova añadía gotas a su bebida matutina para lograr un encanto irresistible.
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